De un día para otro cambié mi manera de alimentarme de forma radical. Desde hace 4 meses comencé a trabajar con exámenes de sangre para determinar exactamente la manera en la que me debo alimentar para que mi cuerpo y mente encuentren un balance perfecto. Debido a los resultados iniciales, tuve que hacer cambios abruptos de un día para otro ya que no me estaba alimentando en base lo que mi cuerpo requería. Seguí esta nueva manera de comer al pie de la letra con la expectativa de que en unos meses más cuando volviese a realizarme los exámenes los resultados fueran excelentes y ya hubiese encontrado la fórmula perfecta para mí.
Sin embargo, no fue así. Hace unas semanas me volví a realizar los mismos exámenes y los resultados no fueron exactamente como esperaba por lo que tendría que seguir haciendo ajustes. Si bien se veía una mejora en varios aspectos, aún habían muchas oportunidades para seguir mejorando. Apenas revisé los resultados entré en un estado de frustración. La razón: mis expectativas no igualaron a la realidad.
Esto nos sucede todo el tiempo y la mayoría de veces es a nivel subconsciente. Vivimos esperando resultados para casi todo. Lo que espero que mi pareja haga o no haga, la maniobra que espero el conductor de adelante realice, lo que a nivel político creo que sucederá, lo que un amigo debería hacer según lo que yo ya hice, etc.
La realidad es que rara vez los resultados son exactamente como los esperábamos y esto hace que constantemente estemos teniendo conflictos internos que nos hacen sentir alguna emoción relacionada a la activación de nuestro sistema de alerta o estrés. Y eso no es todo, el gran problema es que no somos realmente conscientes de porque nos sentimos de esa forma y comenzamos a culpar al ambiente externo, es decir, a la pareja, al conductor de adelante, a la situación política o al amigo; y la realidad es que la verdadera razón de porque nos sentimos mal es porque nosotros esperábamos que sucediera otra cosa. El hecho de que no seamos consciente de la verdadera raíz del problema hace que nos quedemos atascados en ese estado por períodos de tiempo mucho más largo de lo que nos gustaría ya que quedamos enfrascados escuchando las historias de nuestro Ego que lo único que hace es agrandar la situación. En palabras simples, el problema son nuestras expectativas ya que sin ellas el conflicto nunca se hubiese generado.
Mi invitación es a que pienses un momento en qué situaciones en tu vida te suelen activar negativamente con regularidad y qué identifiques cuáles son las expectativas que tienes en cuanto a esas situaciones. Una vez que lo hayas hecho, reflexiona sobre como podrías desprenderte de esas expectativas para que en una próxima ocasión ya no sea un problema para ti o al menos no sea un problema tan grande. No puedo prometerte que no vas a volver a frustrarte, sentir rabia, ansiedad o tristeza, pero lo que si te prometo es que la próxima vez que ocurra podrás darte cuenta más rápidamente que el problema es tu expectativa respecto a la situación y eso hará que inmediatamente cambies a un estado de enfoque y resuelvas el conflicto en vez de continuar en un estado de reacción.
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