¿Alguna vez te has puesto a reflexionar sobre los efectos que tienen la inmensa cantidad de ondas o frecuencias electromagnéticas (EMFs, por sus siglas en inglés) que hemos generado en el mundo?
Hoy en día casi a cualquier lugar al vamos tenemos señal de celular, Wi-Fi, ondas de radio, líneas de tensión eléctrica, etc. La polución electromagnética es enorme y tendemos a tomarle poco peso porque no es algo que podamos sentir con la vista, olfato o audición, contrario a lo que sucede con la contaminación del aire o acústica. Sin embargo, esto no quiere decir que no está presente o que no nos afecta.
Frecuencia Electromagnética: Efecto en nuestro organismo
Para entender mejor esto, permíteme explicarte algunas bases sobre cómo funciona nuestro cuerpo. Nuestras células se comunican entre sí a través de reacciones químicas y eléctricas. Todo nuestro sistema nervioso, incluido nuestro cerebro, genera constantemente energía eléctrica. Por otro lado, nuestro corazón posee la capacidad de generar energía magnética. Ambas energías juntas generan nuestro campo electromagnético.
Como estamos constantemente expuesto a frecuencias electromagnéticas externas, nuestro cuerpo se confunde y entra en un estado de estrés o restricción, lo que tiene efecto directo en nuestra salud. Estas ondas tienen directo impacto en la capacidad que tiene nuestro ADN de regenerarse (lo que resulta en enfermedades degenerativas), afecta el proceso de muerte celular programada que tiene nuestro organismo (lo que lleva al crecimiento de tumores) y afecta el desarrollo de nuestro cerebro (lo que podría ser una posible causa del autismo).
Por otro lado, estas ondas inducen la apertura (con estimulación eléctrica) de canales de calcio que se encuentran en la membrana exterior de nuestras células. Esto hace que las células se saturen de iones de calcio lo que lleva a muchísimos efectos biológicos dañinos tales como cáncer, fallas cardiacas, autismo, desgaste de la barrera hematoencefálica e interrupción de la comunicación celular y nerviosa. También puede llevar al exceso de radicales libres, generando un fuerte daño en nuestro cuerpo.
Si a todo esto le sumamos los malos hábitos de sueño, mala alimentación, mucha exposición a pantallas, entre otros malos hábitos que hemos desarrollado, no es sorprendente porque nos encontramos frente a una población mundial tan enferma tanto física como mentalmente.
Frecuencia Electromagnética Pulsada: La EMF natural de la Tierra
Por otro lado, el planeta Tierra genera su frecuencia electromagnética propia de forma natural, llamada Frecuencia Electromagnética Pulsada (PEMF, por sus siglas en inglés), la cual es esencial para nuestra salud. Esta energía naturalmente encontrada en nuestro planeta ayuda a incrementar la producción de ATP (energía) en nuestras mitocondrias y mantiene el pH celular en niveles óptimos de alcalinidad. Esta pulsación natural de la Tierra, la cual también es llamada Resonancia Schumann, está en constante búsqueda de su equilibrio y permite mantener toda la vida en la Tierra al ayudar a los seres vivos a mantener una óptima conexión entre nuestros sistemas internos.
Evitando los efectos dañinos de las EMFs artificiales
La mejor manera de descargar toda la radiación que vamos absorbiendo es conectar con la naturaleza de forma directa. Esto puede ser caminar descalzos por la Tierra, bañarnos en un río o el mar, abrazar un árbol, exponernos a la luz natural del sol, etc. Al incorporar este tipo de prácticas cada día, permitimos que nuestro organismo se limpie de las ondas electromagnéticas que vamos absorbiendo y a la vez que se alimente de la Resonancia Schumann, la frecuencia electromagnética pulsada proveniente de nuestro planeta. Esto último es permitido debido a que la superficie de la Tierra es un conductor de energía eléctrica y es abundante de electrones provenientes del Sol. Por lo tanto, cuando tenemos ese contacto con la naturaleza podemos absorber estos iones negativos que nos ayudan a neutralizar el efecto de los radicales libres que se han ido acumulando en nuestro cuerpo.
Además, este tipo de prácticas se dice que ayudan a reiniciar nuestro ciclo circadiano, lo que nos permite ajustar nuestros horarios de sueño en sintonía con el día y la noche y así tener un sueño realmente reparador. De esto podría deducirse que hacer grounding (contacto con la Tierra) podría ser muy beneficioso cuando cambiamos de zona horaria y así evitar o disminuir los efectos del jet lag.
Por último, cabe recalcar que para obtener todos estos beneficios es esencial hacer estas prácticas lejos de generadores de EMFs artificial tales como líneas de alta tensión o antenas. Esto debido a que la Tierra también absorbe esa energía y si haces contacto directo con la Tierra en esos lugares, estarías absorbiendo directamente toda esa frecuencia electromagnética dañina, obteniendo así un resultado completamente opuesto a lo que buscabas.
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