Todos hemos sentido emociones difíciles de en nuestras vidas y seguramente estamos de acuerdo de que son bastante incómodas de sentir. A muchos se nos enseñó desde pequeños a “controlar” algunas de esas emociones, en otras palabras a taparlas.
“No llores frente a los demás, te hace parecer débil”
“No muestres tu rabia, vas a quedar mal”
Este intento de controlar estas emociones difíciles, nos enseñó algo muy dañino y es a tapar nuestras emociones y dejarlas prácticamente guardadas. ¿Dónde quedan guardadas? En el cuerpo.
Antes de entrar en detalle en la importancia de permitirnos sentir cada emoción y la razón de por qué no debemos reprimirlas, quiero recalcar de que cada uno de nosotros es responsable de hacer el trabajo interno emocional que cada uno requiere y no debemos buscar culpables acerca de cómo se nos ha enseñado a lidiar con nuestras emociones. Cada persona que nos enseñó a hacerlo, ya sean padres, apoderados, profesores o cualquier otra persona que haya sido de influencia en nuestras vidas, nos intentó enseñar con lo mejor que tenían y sabían en ese momento.
En este artículo me voy a concentrar en las emociones que consideramos negativas, es decir, relacionadas con estados depresivos (como vergüenza, culpa, apatía o dolor), relacionadas con el miedo (como duda, ansiedad o pánico) y emociones más explosivas (frustración o rabia). A ninguno de nosotros nos gusta sentir estas emociones, por lo que la tendencia que tenemos es a taparlas y distraernos con otra cosa para cambiar rápidamente de estado.
Las emociones son reacciones químicas (hormonales) que ocurren en nuestro cuerpo y nos hacen sentir algo en particular. Estas se producen debido pensamientos que tenemos en nuestra mente, los cuales a su vez se producen debido a como percibimos un evento externo. Esta cadena de percepción a pensamiento a emoción, nos llevará a que tengamos un comportamiento determinado.
Cada vez que ocurra algo que no esté alineado con nuestra percepción de como deberían ser o no ser las cosas, nos activará un conflicto, activando nuestro Sistema Nervioso Autónomo Simpático, y por ende, experimentando una emoción negativa.
Si nosotros reprimimos esta emoción, lo que sucede es que no estamos permitiéndonos experimentarla del todo y esta se queda atascada en el cuerpo. Esto hace que cuando suceda un evento similar en el futuro esta emoción se va a volver a activar, ahora de manera más fuerte ya que había una parte de ella guardada, y si volvemos a reprimirla lo que estamos haciendo es crear un efecto “bola de nieve” cada vez más grande dentro de nuestro cuerpo. Cuando esto sucede, el cuerpo intentará deshacerse de esta energía atascada de alguna manera y ahí es cuando pueden venir dolores corporales y enfermedades. Esto es algo muy común de ver hoy en día.
Por otro lado, el reprimir la emoción no resuelve lo que la ocasionó en primer lugar. Recordemos la cadena percepción-pensamiento-emoción. Lo que genera la emoción no es el evento que sucede, sino la percepción que tenemos ante lo que sucede. Es por esto que dos personas pueden vivir exactamente la misma situación, siendo una afectada negativamente y la otra no. Si no somos capaces de trabajar en la percepción que tenemos ante los hechos, siempre vamos a repetir los mismos patrones emocionales. Y si además, siempre intentamos tapar estos patrones emocionales, nuestro cuerpo terminará pasándonos factura y enfermará.
Entonces, ¿qué es exactamente lo que debemos hacer con las emociones?
En primer lugar, aceptar que cada emoción nos viene a enseñar algo de nosotros mismos. Por lo tanto, es fundamental permitirnos sentir cualquier cosa que debamos sentir para aprender de ello y que no quede esta emoción atascada. Esto no quiere decir que si alguien me dice algo que me molesta voy a reaccionar dándole un golpe, pero si es importante buscar algún momento para soltar esa rabia, por ejemplo estando a solas y golpeando una almohada.
Por otro lado, es importante enfocar nuestra atención en nosotros mismos. Intentar entender cuál es la percepción que yo tengo ante la situación y no enfocarnos en culpar la situación externa. Repito, fue la percepción que yo tengo ante la situación lo que me generó la emoción, no la situación misma. Tras observar esto, una buena idea es escribir acerca de lo sucedido para así ir entendiendo de dónde vienen nuestras creencias, e incluso comenzar a describir como nos gustaría percibir ese tipo de situaciones, para que una próxima vez, podamos responder de una buena manera en vez de reaccionar y sentirnos mal. Esto obviamente no es algo que se logre de la noche a la mañana, pero con consciencia, compromiso y constancia se logra. Esto es algo que lo digo con toda confianza porque lo he trabajado en varios aspectos de mi vida y los cambios han sido radicalmente positivos.
La próxima vez que sientas una emoción incómoda hazte un favor y acuérdate de este artículo. No reprimas nada y experimenta esa emoción en su totalidad.
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